Estancia es una casa condenada a desaparecer en una ciudad como Medellín que ha sido inclemente con la memoria. Un viaje a las entrañas de un inquilinato habitado por hombres viejos y solos quienes nos revelan sus vidas, sus amores, sus deseos y su visión de la muerte. Guillermo y Álvaro, pareja por más de 50 años, recuerdan una ciudad soterrada donde la homosexualidad ha sido silenciada. Raúl, actual pareja de Guillermo, pareciera no encontrar salida a su infierno cotidiano de amargura. Javier, la antípoda de este documental polifónico, es un místico que usa kimono, es mormón y vendedor multinivel.
Existen solo dos reglas para habitar en La Estancia: ser un hombre viejo y no llegar después de las 10 de la noche, hora en la que se cierra la puerta y nadie más entra. Ni sale. En este lugar, la condición femenina está dada por su ausencia, donde una casa se convierte en la metáfora de una anciana madre que abriga a sus hijos en las postrimerías de la existencia. Ausencia-Presencia que aflora también en las conversaciones con ellos acerca de las mujeres de sus vidas, hijas, esposas. De sus madres muertas, cuya desaparición jamás pareció ser aceptada. O de mujeres que aún se deslizan sigilosas al interior de La Estancia y susurran por los entresijos el nombre de alguno de los habitantes.
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